Palabras con palabras, puñados de sensaciones y algo de música

jueves, 12 de marzo de 2009

Sálvese quien pueda

Enterrando los recuerdos que escribiste en mi memoria, de repente se volvió todo negro. Ni lo esperaba ni lo habría adivinado. Con mi música – como siempre -, con mi libro – como siempre -, con la agenda repleta de citas pendientes y el móvil cargado de palabras que nunca se llegaron a pronunciar. Y mirar por la ventana mi propio reflejo y a veces el de otra gente. Gente de dentro y gente de fuera. Gente de aquí y de allí. Gente de todas partes. Que va. O que viene. O que está demasiado dormida como para saber siquiera qué hace allí. Pero da igual. Entre párrafo y párrafo recuerdo el perfume que dejaste en mi piel y sospecho que no fue intencionado. O sí. Entre estación y estación me empano pensando que ese maldito grano me va a fastidiar el día y que igual el flequillo lo taparía si me lo dejara. El reflejo me delata y me muestra que sí está ahí. Y miro la hora y en solo 5 minutos te veré ahí esperándome. Como todas las mañanas. Como todos los días que has decidido formar parte de este trayecto que acerca mis sueños a tu almohada, pasando de puntillas por el estrés de la realidad. Como cada segundo que paso pensando que no me equivoqué al ponerte nombre dentro de mi colección de asuntos pendientes. Y que ya no lo eres. Y cuando te mire al bajar veré que ahí estás. Y el libro, la música, la agenda, el móvil, el grano y todo lo demás se esfumarán de repente y parecerá que nunca han estado allí. Pero eso será dentro de 4 minutos. De momento vuelvo a mirar: jueves, 11. Un día cualquiera.

Y ahí estás, entre ese mogollón de gente, como siempre, y con tu imperturbable mirada de ángel, como siempre. Se abren las puertas y….

Un chillido agudo me perfora los oídos como la más fina de las agujas. Y todo está oscuro y mis pensamientos huelen a quemado. Y no veo. Y no oigo. Y no siento. Y tengo miedo. Y golpes, frío y olor a quemado. Y dolor. Y no siento pero duele. Y lloro. No lo entiendo. Y grito. No sé qué pasa.

Y ya no pasa nada. Ya no hay música, ni libro, ni nada de nada. Y no estás. E intuyo que ya nunca lo harás. O quizá sea yo quien marchó. Quién tras el ruido quebrantó las citas pendientes y las palabras que nunca llegarán de verdad a pronunciarse. Y la agenda voló por los aires tras la explosión y la fecha que quedó marcada a fuego fue ese fatídico jueves. Ese fatídico 11. Ese 11 de Marzo.

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