Enterrando los recuerdos que escribiste en mi memoria, de repente se volvió todo negro. Ni lo esperaba ni lo habría adivinado. Con mi música – como siempre -, con mi libro – como siempre -, con la agenda repleta de citas pendientes y el móvil cargado de palabras que nunca se llegaron a pronunciar. Y mirar por la ventana mi propio reflejo y a veces el de otra gente. Gente de dentro y gente de fuera. Gente de aquí y de allí. Gente de todas partes. Que va. O que viene. O que está demasiado dormida como para saber siquiera qué hace allí. Pero da igual. Entre párrafo y párrafo recuerdo el perfume que dejaste en mi piel y sospecho que no fue intencionado. O sí. Entre estación y estación me empano pensando que ese maldito grano me va a fastidiar el día y que igual el flequillo lo taparía si me lo dejara. El reflejo me delata y me muestra que sí está ahí. Y miro la hora y en solo 5 minutos te veré ahí esperándome. Como todas las mañanas. Como todos los días que has decidido formar parte de este trayecto que acerca mis sueños a tu almohada, pasando de puntillas por el estrés de la realidad. Como cada segundo que paso pensando que no me equivoqué al ponerte nombre dentro de mi colección de asuntos pendientes. Y que ya no lo eres. Y cuando te mire al bajar veré que ahí estás. Y el libro, la música, la agenda, el móvil, el grano y todo lo demás se esfumarán de repente y parecerá que nunca han estado allí. Pero eso será dentro de 4 minutos. De momento vuelvo a mirar: jueves, 11. Un día cualquiera.
Y ahí estás, entre ese mogollón de gente, como siempre, y con tu imperturbable mirada de ángel, como siempre. Se abren las puertas y….
Un chillido agudo me perfora los oídos como la más fina de las agujas. Y todo está oscuro y mis pensamientos huelen a quemado. Y no veo. Y no oigo. Y no siento. Y tengo miedo. Y golpes, frío y olor a quemado. Y dolor. Y no siento pero duele. Y lloro. No lo entiendo. Y grito. No sé qué pasa.
Y ya no pasa nada. Ya no hay música, ni libro, ni nada de nada. Y no estás. E intuyo que ya nunca lo harás. O quizá sea yo quien marchó. Quién tras el ruido quebrantó las citas pendientes y las palabras que nunca llegarán de verdad a pronunciarse. Y la agenda voló por los aires tras la explosión y la fecha que quedó marcada a fuego fue ese fatídico jueves. Ese fatídico 11. Ese 11 de Marzo.
:( ...
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