(con permiso de Stieg Larsson)
"Irradiaba, al mismo tiempo, confianza en sí mismo y seguridad y que tenía el don de hacer que las mujeres se sintieran relajadas y sin necesidad de demostrarle nada. Acostarse con él no era ni incómodo ni complicado ni arriesgado, más bien estaba desprovisto de exigencias y resultaba eróticamente placentero"
Y así, como si nada, mirar a los ojos nunca fue lo mismo.
Ni recorrer la espalda con la yema de los dedos.
Ni enredarse los pies el uno con el otro con las sábanas como únicos testigos.
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